En Bolivia, respirar se ha convertido en un riesgo debido a los incendios forestales que afectan a gran parte del país. Gran parte de la población está expuesta al humo, lo que tiene consecuencias más graves de lo que imaginamos. Nuestros órganos internos están en peligro, y estamos viviendo lo que puede considerarse un atentado a la salud pública.
Cuando inhalamos el aire contaminado con humo, sentimos síntomas inmediatos como escozor en los ojos y tos, pero los efectos internos son más peligrosos. Un estudio publicado en el Journal of the American Heart Association reveló cómo las partículas finas de 2,5 micrómetros de diámetro y aún más pequeñas son capaces de penetrar profundamente en nuestros órganos.
A diferencia de las partículas virales, las del humo no se descomponen fácilmente con la respuesta inmunitaria del cuerpo. Al intentar eliminarlas, el cuerpo provoca una inflamación que puede dañar los revestimientos de los órganos. Los pulmones, riñones, hígado e incluso el cerebro pueden verse afectados. En algunos casos, estas partículas ingresan al torrente sanguíneo, generando una inflamación generalizada.
Durante los incendios forestales en California en 2015, se asoció el humo con un aumento de problemas cardiovasculares y reducción del flujo sanguíneo al cerebro, lo que provocó más de 300,000 visitas hospitalarias. Estos problemas pueden intensificarse con una exposición repetida y prolongada, incrementando considerablemente los riesgos para la salud.
En Bolivia, donde el uso de mascarillas no es generalizado, la situación se agrava. Aunque el uso de barbijos puede mitigar parcialmente los efectos del humo, no es suficiente para prevenir los daños a largo plazo en la salud de la población.
